No. El título no tiene sentido. Al menos, no por el momento.
Al menos, no debería tenerlo.
Estaba sentado en el trabajo, pensando en qué hacer a continuación, cuando se me ocurrió este nombre para una entrada del blog. Luego de una rápida investigación, a. k. a. Lectura del primer párrafo del artículo de Wikipedia, me he topado con que el Trópico de Cáncer se mueve cada año hacia el sur a un ritmo de casi medio segundo. Lo de los movimientos accidentales solo sonaba bien. No tenía idea de que de verdad se movía. La geografía nunca fue mi materia favorita.
Creo que, entonces, ese será el tema: movimiento —aunque deberás disculparme si termino desviándome, pues mi mente no está hecha para seguir estos mapas. Un movimiento lento y tranquilo, como el cambio de las estaciones, o como el crecimiento; y uno voraz y acelerado, como el fuego consumiendo yesca, o como el entendimiento en la madurez.
Desde la última vez que estuve escribiendo para A La Deriva —lugar en el que todavía me encuentro—, terminé After Dark de Murakami y pasé a Sputnik, mi amor, también de Murakami —lo siento, JC. Sé que tengo lecturas pendientes dedicadas a ti.
Terminar un libro también tiene que ver con el movimiento. Aprendes. Avanzas.
Cuando estaba por finalizar la universidad, pensaba mucho en mudarme. Más que en querer hacerlo, pensaba en que tendría que hacerlo, más tarde o más temprano Ahora que llevo varios meses viviendo solo, solventando mis propios gastos, luego de otro tiempo viviendo solo, solventando nada más algunos de mis gastos, no sé qué pensar. Comencé este blog en un momento de mi vida en el que deseaba compartir mi experiencia sobre cómo es crecer, dar consejos, escuchar a los demás. Poco a poco, lo he ido convirtiendo en una especie de diario que dejo que los demás lean, y si alguien saca algo útil de mis palabras, pues me doy por bien servido. Creí que en cuanto viviera solo podría dar consejos sobre cómo hacer tu comida o cómo ser responsable en esto y en aquello, sobre cómo enfrentar los momentos de soledad y una infinidad de posibilidades más. No obstante, ahora que estoy de pie aquí, en la experiencia, no siento que haya nada que aconsejar. ¿Cómo lo vivo? Como una rutina. Me doy cuerda cada mañana y salgo hacia el trabajo. Al llegar, desayuno y luego comienzo a laborar. Hago lo que tengo que hacer, de la mejor manera posible. Si voy a hacer algo, lo voy a hacer bien. Salgo. Voy a comer a algún lugar. Vuelvo a casa y— una pausa. Ocupo mi tiempo. Después me baño y ceno y duermo. Hay variaciones en las tardes y noches, pero en resumen, eso es mi vida. Así es como enfrento esta cosa llamada Adultez. No soy quién para dar consejos. El movimiento, la transición se ha sentido tan en calma y natural —aunque no lo haya sido en realidad— que todavía me siento como el niño de 16 años que en la preparatoria se preocupaba por la tarea de matemáticas que no había hecho. Si alguien me preguntara qué consejos le puedo dar para vivir solo, no sabría qué responder. Aunque creo que iría algo así:
Si eres como yo y crees que cocinar te quita demasiado tiempo, encuentra un buen lugar donde ir a comer regularmente. De preferencia, donde te den varios tiempos, y que incluyan verduras. No sé tú, pero yo no soy mucho de comer verduras. Y si me las dan así, es más fácil que me las coma. No me interesa si hay postre.
Ligado a lo anterior, si no cocinas en casa, siempre ten algo para poder preparar rápido, en caso de que vuelvas muy tarde o por algún motivo los locales de alimentos estén cerrados —por ejemplo, en días festivos. Y también ten contigo snacks.
Toma abundante agua y ten un botiquín de primeros auxilios a la mano. No te retraigas, sal de vez en cuando, aunque sea solo o sola. De hecho, sal solo o sola. Ve al cine sin que nadie te acompañe, a la librería, a un parque o al teatro. Disfruta de tu tiempo. Manten tus cosas en orden; el espacio en el que vives representa el estado de tu mente, o al menos eso pienso. Ahorra dinero. Piensa en qué cosas necesitas y qué no, aunque no dejes de darte gusto. Si puedes pagarlo dos veces, entonces te alcanza, consejo de JC. Lávate los dientes y las manos. Abrígate bien. Duerme las horas suficientes para rendir en el día. Ten preservativos contigo. Un libro hace de excelente compañía y siempre estará para ti.
Ah, sí. Sobre todo: baila. Baila, baila, baila.
Ya llegaremos a lo de bailar.
Comencé a escribir este texto el 13 de enero del 2020. Hoy estamos a 9 de febrero. En este tiempo, he descubierto cosas. Y no solo me he tomado mi tiempo para escribir esta entrada, sino que también lo he hecho en distintos lugares:
A veces las personas sentimos que nos movemos. A veces esta sensación puede ser mentira.
Voy camino al trabajo y pongo “Grip” de Bastille. De inmediato me transporta al pasado, a cuando esta canción me acompañaba en momentos de soledad mientras caminaba por la ciudad en silencio, cámara en mano. La canción era parte de mí. La volví parte de mí. Alguien, hace tiempo, me dijo que Bastille es una banda anestesia y que no le sorprendía que me gustara tanto. ¿Has puesto atención a las cosas que te transportan a otros momentos? ¿Tal vez un libro que leíste una y otra vez durante un viaje? ¿Quizá una sudadera que obtuviste de manera particular? ¿Algo más? ¿Crees que te has movido de la persona que eras en ese entonces?
Yo creí haberme movido de ciertas características de mi personalidad. Resulta que seguían allí, ocultas, esperando pacientemente para volver a la superficie al más mínimo indicio de un detonante. Averiguar esto me partió.
No sé qué día de enero comencé a escribir esta parte del texto, pero ya es febrero. Día 4 del mes de febrero del año 2020 —sé que arriba era 9, pero esto lo escribí antes. Es martes. Hace un año y dos días que volví a la ciudad en la que vivo ahora, realizando un desplazamiento de poco más de 1500 kilómetros. Otro movimiento. Si entiendo bien la geografía, me alejé del Trópico de Cáncer. En este año y dos días, han pasado muchas cosas. Y por clasificarlas, diremos que fueron positivas y negativas —en lo que a mí respecta, solo fueron situaciones que se dieron.
Pero, volvamos al asunto del movimiento de la personalidad.
Hace tiempo, deseaba hablar de nuevo con Natalia —quien me hizo el Tak y quien media la suerte como tal o cual cantidad de Natalias—, pero no lo hice porque me aterrorizaba lo que podía averiguar en ella sobre mí. Las personas que conocimos en el pasado y de quienes nos separamos, son quienes mejor pueden decir si hemos cambiado. Así como debes caminar hasta donde nadie te conozca si quieres saber quién eres, para saber si cambiaste, debes volver a quienes mantengan tu pasado intacto —no a quienes has traído contigo durante mucho tiempo. Podría preguntarle a JC si he cambiado, así como tú podrías preguntarle a tu mejor amigo o mejor amiga de hace años si eres diferente a quien eras en secundaria, por ejemplo. La respuesta será afirmativa en la mayoría de los casos, pero el cambio ha sido tan natural y paulatino para ambos, como observar el crecimiento de una flor día tras día, que no sorprenderá. En cambio, si le preguntas a alguien que no te ha visto en años—
Entonces, me asustó la posibilidad de volver a hablar con Natalia, de descubrir que yo era la misma persona de hacía años y que lo que percibía como avance no eran más que mis alucinaciones. Entonces no lo hice. Preferí permanecer alejado, en silencio. Temía no haber logrado nada, pero solo me asustaba porque en realidad no sentía que lo hubiera hecho, que hubiera conseguido hacer algo real. ¿Qué iba a contarle, si me lo preguntaba?
Escucho “Another Place” de Bastille y pienso en lo inamovible, una característica de la que carece el Trópico de Cáncer. La canción dice “I am bound to you/ With a tie that we cannot break”. Puede que una canción nos recuerde a una persona, idea que, en muchas ocasiones, se convierte en algo inamovible. No importa cuántas veces escuche “Summertime” de My Chemical Romance, o “Conquistador” de Thirty Seconds to Mars, o con quién la escuche, en mi mente, esas canciones están ligadas a un ser humano en particular. Lo mismo sucede con ciertos libros o películas o lugares. A quien le pertenecen en primer lugar no lo puedes borrar, pero sí ir acumulando asociaciones, como en un mazo de cartas. Una tras una, vas agregando ideas inamovibles a ese parque en particular o a ese centro comercial. Para cuando te das cuenta, tu autor favorito ya te recuerda a una infinidad de personas.
Cuando inicié esta entrada, el 13 de enero, leía Sputnik, mi amor de Murakami. Al acabarlo, me di un descanso de Murakami y pasé a Orlando de Virginia Woolf, para luego volver a Haruki Murakami con Baila, baila, baila. Actualmente, leo El Fin del Mundo y un Despiadado País de las Maravillas de, por supuesto, Haruki Murakami.
Arriba sugerí que bailes, y así lo dice el Hombre Carnero en Baila, baila, baila:
«Baila —dijo el hombre carnero—. No dejes de bailar mientras suena la música. ¿Lo entiendes? Baila. No dejes de bailar. No pienses por qué lo haces. No le des vueltas ni le busques significados. En realidad, no significa nada. Si te pones a pensar, las piernas se detienen. Y si eso sucediera, servidor no podría hacer nada para ayudarte. Tu conexión desaparecería. Para siempre. Entonces ya solo podrás vivir en este mundo. Te verías arrastrado desde aquel mundo hasta este mundo. Así que no permitas que tus piernas se detengan. Por muy ridículo que te parezca, ni dejes de bailar. Lograrás que lo que ya está endurecido empiece a distenderse. Todavía deberías estar a tiempo. Utiliza todos tus recursos. Echa el resto. No tienes nada que temer. Estás cansado, lo sé. Cansado y asustado. A todos nos sucede. A veces sentimos que todo es un gran error. Y entonces las piernas se detienen.»
«Pero no queda más remedio que bailar —prosiguió el hombre carnero—. Y hacerlo lo mejor que puedas. Deslumbrando a todos. Si lo haces así, quizá pueda ayudarte. Así que baila, baila mientras no cese la música.»
En el —casi— mes que he tardado en escribir esta entrada, me he movido. De manera literal y figurativa. Si miras hacia atrás, ¿qué me dices de ti? Del 13 de enero del 2020 al día en el que estás leyendo esto, ¿te has movido? Aunque sea de manera casi imperceptible, como el Trópico de Cáncer.
Yo he dado pasos en falso y he tenido que retroceder un poco. También me he enfrentado al tal vez no haber avanzado, para descubrir que, sí, que lo he hecho, pero que de igual modo sigo siendo el mismo. «Es cruel», me dijo. Y yo le pregunté que quién le daba el derecho a juzgar. Es la misma historia, pero ha cambiado. Si de casualidad lees esto, recuerda: “The greatest thing you’ll ever learn is just to love and be loved in return.”
Hay muchas, distintas maneras de moverse. Lo que sientes un día, al siguiente se ha hecho más fuerte. O se ha desvanecido. Lo que viste ayer, fue removido y sustituido por algo más. Lo que podías hacer el mes pasado, ahora ya no, o lo haces mejor.
Si el Trópico de Cáncer se está movimiento, y yo, tú también lo haces. Aunque no lo percibas, el cambio allí está. Pero, ¿hacia dónde vas? ¿Hacia dónde vamos?
Baila.