Hace un rato, Aurora lanzó en Spotify «Sofia», una canción de Askjell en la que colaboró, también, iris.
Estoy acostumbrado a canciones con nombres de personas y no me pregunté por qué se llamaba así. Descubrí que había un video musical y fui a verlo; en este, te explican el porqué del título.
Sofia era una niña y su más grande sueño era convertirse en artista. Sin embargo, se enfermó de un cáncer muy raro. Falleció a los 8 años, el 7 de junio del 2020. Para honrarla, Askjell le pidió a personas alrededor del mundo que pusieran el arte de Sofia en todos lados: desde las paredes de sus casas hasta las calles. Y así lo hicieron. Sus obras llegaron a lugares que, quizá, Sofia esperaba alcanzar en unos años más. Como explica el mismo Askjell, ella ya era una artista.
De cierta manera, el sueño de Sofia continuó expandiéndose. Sin embargo, su llama se apagó muy pronto; su chispa se desvaneció. Esta canción y la historia de Sofia me hicieron pensar nuevamente en algo sobre lo que reflexionaba ayer en la mañana: ¿Por qué quiero escribir? En parte —ahora lo sé— por Sofia —así como Zooey le dice a Franny que actúe por la señora de Buddy. Por Sofia y por todas aquellas personas que se quedaron en el camino. Que deseaban abrir sus alas y compartir sus ideas con el mundo; que deseaban llegar a museos, galerías, editoriales, escenarios, y que no podrán hacerlo más, porque el tiempo que se les dio fue corto.
Tú, yo, seguimos aquí, quienes creamos, y tenemos la oportunidad de aprovechar nuestro tiempo. Quién sabe por cuánto más, pero lo hacemos.
Una parte de mí quiere decir que tenemos una deuda con Sofia y con esas personas que se han quedado atrás. Que les debemos aprovechar nuestro tiempo. Nuestras energías. En lo que sea que deseemos hacer, porque todavía podemos hacerlo. Sin embargo, también podría sentirse como un peso terrible, y debemos hacerlo porque lo disfrutamos.
En realidad, no es una responsabilidad como tal, sino… Una especie de acuerdo silencioso entre creadores. Uno que aceptamos sin saberlo al entrar a este mundo. Debemos hacer lo que hacemos por nosotros, por los que amamos y por los que también quieren o querían hacerlo. Si fallamos, abandonamos, no seguimos, está bien. Solo que, al menos, hay que intentarlo. Intentarlo de la mejor manera posible, con nuestras capacidades. No como una promesa, sino como poseedores de un sueño por el que debemos luchar.