Para iniciar esta entrada, vuelvo a recurrir a xxxHolic como fuente de
sabiduría. Los mangas pueden estar llenos de conocimientos útiles que,
aunque ya conozcamos, nunca está de más darles un repaso, o acercarnos a
ellos desde un ángulo distinto. Es fascinante cómo cambia la
perspectiva cuando miras un objeto o una situación desde un punto de
vista diferente —y más o menos por este camino intentará llevarte el
texto de hoy.
Cadenas. Todos los humanos las tenemos. Nos atan a
lugares o a personas; nos atan en cuerpo o en alma, e incluso de ambas
formas. Estas cadenas pueden ser un ancla que nos mantiene en un sitio
por determinado tiempo y que podemos levantar para continuar nuestro
camino. Pero también pueden ser restrictivas y retenernos contra nuestra
voluntad, sin que siquiera nos demos cuenta. Este es el tipo de cadenas
del que quiero hablar: las restrictivas. Las palabras.
Ahora
que lo pienso, esto es una especie de ley de atracción, por lo que no le
daré muchas vueltas: las palabras que dices te definen. Recuérdalo. Y
las palabras no son una mancha que se puede limpiar con facilidad; son
un cuchillo que crea una herida difícil de sanar, o— bueno, creo que son
pocas las personas que actualmente aprecian las palabras positivas;
tendemos a darle más peso a lo negativo, o a lo material. Me saltaré la
metáfora. Por supuesto, esas palabras que salen de tu boca viajan en dos
sentidos: hacia ti y hacia los demás.
¿Te has sentado a pensar
en cómo las palabras moldean al mundo? Crean y destruyen con una
facilidad abrumadora. The Oh Hellos tiene esta canción titulada
“Soldier, Poet, King” en la que cantan:
“There will come a poet
Whose weapon is his word
He will slay you with his tongue,
o lei o lai o lord
O lei, o lai, o lei, o lord
He will slay you with his tongue,
o lei o lai o lord.”
«Vendrá un poeta
Cuya arma son sus palabras
Te matará con su lengua,
o lei o lai o lord
O lei, o lai, o lei, o lord
Te matará con su lengua,
o lei o lai o lod.»
A
los humanos nos encanta suponer, sumergirnos en situaciones
imaginarias. Esto nos puede preparar para enfrentar determinado
escenario, pero también nos puede poner ante un bucle de posibilidades
que no nos llevará a ningún sitio en concreto. Con estas suposiciones,
nos detenemos sin siquiera haber comenzado: «No lo haré, porque no
podré» o «No lo hagas, porque no te saldrá».
Y con estos supuestos también creamos sufrimiento— Entonces, el sufrimiento.
Hace
tiempo, todavía no logramos ponernos de acuerdo hace cuánto, existió un
príncipe que estaba destinado a convertirse en un gran rey o en un
hombre santo. Este príncipe creció enclaustrado en sus palacios y para
que fuera un buen gobernante, su padre le escondió la existencia del
sufrimiento: su mundo era perfecto.
Al crecer, este joven
decidió salir al mundo y visitar a sus súbditos. Se encontró con un
anciano y su cochero le explicó que todos los hombres envejecen.
Entonces, siguieron su camino. Se encontró con un enfermo y averiguó que
todas las personas se enferman. Se encontró con un cadáver y supo que
todos morimos. Finalmente, se encontró con un asceta —personas que
practican la abstinencia como medio para purificar el alma— y cambió. Al
enfrentar estos Cuatro Encuentros, el joven sintió el sufrimiento de la
vida humana y decidió abandonar su título como príncipe, para volverse
asceta y vencer esa condición mundana a la que estaba atado.
El
joven viajó. Se le ofreció otro trono, que rechazó. Aprendió distintas
doctrinas con distintos maestros y en cada ocasión, se le ofreció
sustituir a quien le había enseñado. No obstante, siempre declinaba,
porque estaba insatisfecho. En su infelicidad, decidió que su rutina no
era lo suficientemente estricta, por lo que se obligó a vivir sin
ninguna necesidad material, incluida la comida. Esta práctica lo llevó a
enfrentar un episodio en el que casi muere, uno que lo hizo
reconsiderar su método.
Ya sea que este joven, en su delirio,
tuviera un recuerdo de su infancia, en el que su padre araba el campo y
esto lo llenara de paz y concentración, o ya fuera que escuchó a un
maestro dándole clases de sitar a una alumna a la que le decía que una
cuerda muy floja no sonaría bien y que una muy tensa podría romperse, el
joven descubrió dos verdades: que el ascetismo no era el camino, pero
tampoco los excesos del palacio, por lo que debía encontrar el camino
medio; y que llega un punto en el que un maestro no puede enseñar más.
Decidió
buscar dentro de sí. Meditó bajo la sombra de una higuera y prometió no
levantarse hasta dar con la verdad. Sus compañeros lo abandonaron. Fue
abrazado por Mucalinda. Pasados 49 días, Siddartha Gautama se convirtió
en el Buda, comprendiendo el origen del sufrimiento en el mundo y cómo
desaparecerlo, a través del las Cuatro Nobles Verdades.
Se dice
que el Buda dudó sobre si debía enseñar su doctrina, pues los humanos,
siendo como somos, no la entenderíamos. Pero al decirse que al menos uno
podría hacerlo, el Buda decidió compartir sus conocimientos, el dharma,
una de las tres joyas del budismo —las otras dos son el Buda y la
Sangha, el conjunto de practicantes de la doctrina.
Ahora, en
realidad, comprender las Cuatro Nobles Verdades va más allá de lo que yo
puedo explicar, pues mi acercamiento a ellas fue breve. Intentaré
desarrollarlas de la manera más sencilla posible, arriesgándome a no
abarcar todo lo que en realidad podrían significar.
1. La verdad
de dukkah: El sufrimiento forma parte de la vida y está presente en
todo momento. Incluso amar puede traer sufrimiento, pues no queremos
separarnos de aquello que tanto queremos.
2. La verdad de la
causa (samudaya) de dukkah: El sufrimiento viene del deseo. Todo lo que
deseamos nos traerá insatisfacción tarde o temprano. Aquí se mencionan
los cinco venenos: apego, odio, ignorancia, ego y celos.
3. La
verdad de la extinción (nirodha) de dukkah: Aunque el deseo es inherente
a la existencia humana y, con él, el sufrimiento, esto puede ser
detenido, dejando de lado el deseo y el apego, eliminando de nosotros
los cinco venenos.
4. La verdad del sendero (magga) que conduce a
la extinción de dukkah: Para suprimir el deseo, se debe seguir el Noble
Camino Óctuple:
– Entendimiento Correcto: Todo en la vida es fugaz y perece.
– Pensamiento Correcto: Con el pensamiento se puede disuadir el sufrimiento, llevándolo por un sendero de liberación.
– Discurso Correcto: La verdad es fundamental y no debemos dar discursos vacíos. No se debe hablar por hablar.
– Acción Correcta: Actuar conforme a las emociones como la bondad, el respeto o la humildad.
– Medios de Vida Correctos: Tus manera de existir en este mundo debe estar orientada a hacer el bien.
–
Esfuerzo Correcto: Solo al invertir todas nuestras energías en algo nos
sentiremos realizados. Todo en la vida requiere esfuerzo.
– Atención Correcta: Controlar la mente y entrenarla en permanecer centrada.
–
Concentración Correcta: La meditación calma la mente. Es una manera de
estar en paz y en equilibrio y de alcanzar la iluminación.
Ahora,
las Cuatro Nobles Verdades pueden ser aplicadas a la vida diaria, pero
están pensadas para la vida de un monje, lo mismo que otros tantos
preceptos. No obstante, a mí me gusta resumirlo de la siguiente manera:
La vida es sufrimiento.
El sufrimiento es causado por el deseo.
Para dejar de sufrir, hay que dejar de desear.
Esta
es una guía que suelo utilizar en mi día a día, cada que siento que
estoy desbordando de emociones negativas, que en sí mismas, son
naturales.Y a esto me refiero con los escenarios ficticios que creamos: a
veces, preferiríamos que cierta situación fuera de otro modo y al
pensar en cómo nos gustaría que fuera, desdeñamos el presente, creando
emociones negativas por lo que tenemos. ¿Y si dejásemos de desear que
una situación cambie? Es ahí donde entran la acción: Si no te gusta tu
situación, cámbiala. Si no lo harás, sácale el mejor provecho y deja de
desear algo distinto, y verás cómo deja de parecer tan terrible.
La
próxima vez que estés haciendo alguna tarea y pienses en que
preferirías estar jugando videojuegos o con tus amigos, simplemente
elimina esa idea. Estás donde estás y puedes dejar la tarea e irte y así
dejarás de sufrir, o puedes enfocar tu atención en el presente, hacer
el mejor esfuerzo y darte cuenta de que hay momentos para todo. Así en
el trabajo. Así en una relación. Así en toda la existencia humana. Los
deseos, que son palabras, también son cadenas.
Pruébalo.
Y
si logras avanzar con la eliminación del deseo, o al menos su supresión
temporal, ¿por qué no intentar hacer algo con los otros cuatro venenos?
El budismo también propone el Camino Medio y la Ahimsā —que
está presente en prácticamente todas las religiones y filosofías—: el
primero se refiere a no reprimir, pero tampoco excederse o apegarse en
exceso; moderación, mientras que la segunda es una doctrina de no
violencia y respeto a los seres vivos.
Además, existen también los cinco preceptos de la ética budista:
1. No tomar otra vida.
2. No tomar lo que no se me ha dado.
3. No tener conductas sexuales dañinas.
4. No mentir.
5. No consumir estupefacientes.
Con
esta explicación no pretendo que te vuelvas budista. Yo no lo soy. Pero
sí creo en ciertas partes de su doctrina y me gusta aplicarlas a mi
vida, porque si voy a estar a la deriva, al menos será bueno que lo haga
en calma. Es por eso que comparto estos conocimientos. Con una sola
persona que los lea y le sienten bien, será más que suficiente —pero si
no, tampoco hay nada que hacer. Nunca está de más compartir lo que nos
trae calma y felicidad.
Se trata de palabras y de deseos que nos
atan. De identificarlos y eliminarlos. Ni siquiera de nosotros mismos
deberíamos ser esclavos. Y recuerda no preocuparte por lo que no puedes controlar.