Es posible que, alguna vez, ya haya compartido cómo surgió el nombre de este blog. Espero me disculpes si vuelvo a contar la historia: cuando descubrí que Bryan Lee O’Malley, creador de Scott Pilgrim, tenía más cómics, hubo uno en particular se volvió mi obsesión: Lost At Sea. Desconocía a ciencia cierta de qué trataba la historia —tenía la vaga idea de que era sobre una chica que creía que un gato le había robado su alma, lo cual no está lejos de la verdad—, pero me fascinaba el arte de O’Malley —aún lo hace. Cuando tuve la oportunidad de leer la novela gráfica… fue diferente a lo que yo esperaba. No me sentí identificado con el personaje principal ni con la historia: la etapa de mi vida no era la indicada para sentirme enlazado con Raleigh, como, por ejemplo, sí sucedió con Katie Clay, personaje principal de Seconds, también de O’Malley.
Empero, seguí encantado con todo el concepto alrededor del cómic. En particular, con su título: Lost At Sea. Tan simple y bonito. Si se me permite usar esta palabra, es sumamente evocativo.
Cuando una persona me sugirió que debía crear un blog, la idea no me sonó nada mal, incluso me sentí bastante motivado, lo cual es mucho decir, poniendo mi carácter sobre la mesa; lo único que debía hacer era crear un título que me gustara, que resonara conmigo en ese momento de mi existencia y que, de preferencia, pudiera seguirlo haciendo en los años venideros. De inmediato pensé en Lost At Sea, no obstante, quería algo en español, porque escribiría en este idioma. Le di muchas vueltas, sin encontrar la traducción adecuada, hasta que la misma persona que me sugirió crear el blog me dijo: «A La Deriva». Mi mente dio una bocanada de aire en ese instante. ¿Cómo no se me había ocurrido? Claro. Estaba en la universidad, próximo a graduarme. Sentía que no tenía idea de a dónde iba, cómo llegaría o por qué lo haría. Varios años después, la sensación sigue allí; enfocada de manera diferente, claro. Sin embargo, prevalece. Es la humedad instalada en los tablones de mi barco.
Y, ¿qué tiene esto que ver con el precio de la mantequilla? Que estoy en una etapa de mi vida en la que zarpé hacia aguas desconocidas, sin mapa ni sextante, brújula u otra guía más que mis emociones —con una increíble tripulación, eso sí. El puerto todavía está detrás de mí, la promesa de la seguridad y calma, lo que hace que me pregunte si tomé la decisión correcta: zarpar no es de temer, no siempre. Sin embargo, hacerlo sin rumbo fijo puede ser peligroso —emocionante, también, y te puede recompensar; empero, siempre es una apuesta para la que no sabes si estás preparado.
En 2017, Fin Argus lanzó el EP Lost At Sea. Varios años después, me topé con una de las canciones de este disco: “Ship in a Bottle”, que se ha convertido en uno de mis tesoros musicales favoritos. Me gustaría poder decir que entiendo al 100 % cuál es el mensaje de esta pista, pero estaría mintiendo. Un capitán y un navío; la tormenta y un mundo perfecto que se resquebraja. Me he fijado más en la historia que en el significado que subyace detrás de ella.
El coro de “Ship in a Bottle” dice: “You set sail alone, there is no crew / No one on the deck who can help you / This is all your own battle to win / This is your ship and you are the captain¹”. Y, si mencioné un par de párrafos arriba lo de «la tripulación», es porque me hace sentir querido no emprender esta aventura solo, y, aunque no sé si volveré al puerto antes de entrar a aguas más salvajes, agradezco mucho a los valientes marineros en este barco, y a quienes, en tierra, decidieron enviarme botellas con mapas que poder seguir, hacia lugares nuevos y emocionantes.
Otra parte de la canción, que resuena más con mi situación actual, dice: “Oh, captain, let’s make a deal / Where we both say the things that we both really feel / I feel scared and I’m starting to sink / And I only sink deeper the deeper I think²”. Durante mucho tiempo me he preguntado: si el capitán va solo, ¿quién le canta esto?
Lanzarse al océano sin la mirada en un objetivo da miedo, y, más que eso, genera una sensación de incertidumbre imposible de apartar de la nuca; es como el sol abrazador que se combina con el aire repleto de salitre —dato curioso: durante la universidad tomé una clase de guionismo, y una de mis compañeras escribió un guion que sucedía en un pueblo a la orilla del mar; esta palabra, «salitre», se me quedó grabada de tanto que la escuché; desde entonces, me gusta usarla cada que hablo del mar. Tiene cierta lírica que no puedo describir; es como todo un paisaje resumido en siete letras.
A lo que quiero llegar con este texto es: sentirse A La Deriva es un estado que va y viene —como las olas en la orilla de una playa—, pero que nunca se desvanece —al menos eso pienso. Es un constante tira y afloja entre el tú de tierra firme y el tú en el mar. Si algún día decides zarpar hacia la inmensidad del mundo, recuerda hacerlo con una buena tripulación. Así, aunque la tormenta llegue, tendrás con quien enfrentarla.
¹ Zarpaste solo, sin tripulación / Nadie en la cubierta que te ayude / Esta es tu propia batalla para ganar / Este es tu barco y tú eres el capitán.
² Oh, capitán, hagamos un trato / En el que decimos lo que realmente sentimos / Estoy asustado y comienzo a hundirme / Y me hundo más conforme más pienso.