¿Alguna vez has sentido que no eres bueno o buena para nada? Suelo vivir con esta sensación la mayor parte del tiempo; me he adaptado a ella con la facilidad con la que un cangrejo ermitaño se adapta a una nueva concha. Ya solo me doy cuenta de que está allí cuando hubo un cambio que me genera incomodidad. Cuando, de cierto modo, caigo tan abajo que lo único que me queda es intentar subir (permitiéndome, con esta frase, liberarme de la metáfora del crustáceo).
Si me aventurase en el terreno psicológico, esto que siento podría ser llamado «síndrome del impostor». Empero, no soy estudioso de las artes ocultas de la mente, por lo que descartaremos, con la misma facilidad con la que nos costó leerlo, este diagnóstico autoimpuesto (aunque, he de resaltar, aceptar el «síndrome del impostor» sería, de cierto modo, como dar por buena la afirmación de que, en mayor o menor medida, siento que sí realizo algo con cierta maestría o grado de aceptación y no me gusta recibir el crédito por ello, lo cual, no es verdad; soy, más bien, como una barcaza flotando en alta mar, sin saber cómo, cuándo, dónde o por qué está allí, rodeada de barcos mejores, más grandes, más preparados; me veo flanqueado por cruceros, por yates, incluso por carabelas y galeones).
En realidad, a esta desagradable sensación me gusta relacionarla con una frase de la canción “C’mon” de Panic! At the Disco y fun., una que dice más o menos así: “I am a man of many hats / Although I never mastered anything¹”, que, sí, es una manera elegante de decir: “Soy un bueno para nada”.
Claro que considero que sentirse como «un bueno para nada» no es lo mismo que ser «un inútil», no. Un «bueno para nada», puede ser un «regular para algo», mientras que un «inútil» simple y sencillamente carece de función práctica alguna para la sociedad.
¿A qué viene esta reflexión? A que, al sentir que no termino de encajar completamente en las piezas de la maquinaria de la que formo parte, intento dar más y más de mí para cubrir la cuota, lo que, si pensamos en esto (en los roles que tenemos que cumplir dentro de un mundo capitalista) como un delicado sistema de relojería en el que soy un engranaje, por pura lógica, terminaré afectando a los otros componentes cerca de mí, desgastándome sin necesidad alguna y, en general, estropeando el mecanismo. ¿De qué sirve un reloj con una pieza que va más rápido que las demás, o más lento, o desfasada? A nadie le gusta tener un reloj que no da bien la hora.
Otra canción que expresa muy bien este sentir es “Zero” de Imagine Dragons: “Hello, hello / Let me tell you what it’s like to be a zero, zero / Let me show you what it’s like to never feel, feel / Like I’m good enough for anything that’s real, real / I’m looking for a way out²”.
A lo que pretendo llegar con esto, además de señalar mi malestar, es que es complicado mejorar. Superar el aplastante sistema; respetarte a ti y, en el proceso, a los que quieres y amas, porque primero vienen otras cosas, porque no puedes cumplir, al menos por ahora, con lo que te prometiste.
Suelo intentar terminar estos escritos en una nota alta. Con una mejor imagen del mañana. Pero, esta vez no. Esta vez, quizá, solo me queda aceptar que hay que hacer lo que hay que hacer, al menos hasta dejar de ser un «regular para algo». Hasta sentir que lo vales.
“It’s getting late and I / Cannot seem to find my way home tonight / Feels like I’m falling down a rabbit hole / Falling for forever, wonderfully wandering alone³”.
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¹ soy un hombre de muchos sombreros / aunque nunca dominé nada.
² hola, hola / déjame decirte lo que se siente ser un cero, cero / déjame mostrarte lo que se siente nunca sentir, sentir / que soy lo suficientemente bueno para nada real, real / busco una escapatoria.
³ se hace tarde y yo / no puedo encontrar el camino de regreso a casa esta noche / Se siente como si cayera por la madriguera de un conejo / cayendo para siempre, merodeando maravillosamente solo.