En Internet, varias veces me he topado con la frase «si te hace feliz, entonces no es tiempo perdido» —o cualquiera de sus variantes. Y, vaya, es cierto. Si haces algo que te llene y te haga sentir alegría, aprovechaste el rato que pasaste con esa actividad. A fin de cuentas, la felicidad es el fin último del ser humano —depende de a quién le preguntes, pero para fines didácticos, finjamos que estamos de acuerdo en que lo es.
Sin embargo, llega un punto en el que se vuelve prácticamente ridículo, el. Llega un momento en el que estás utilizando dicha acción, la que te «hace feliz» como una excusa para evitar responsabilidades, y ya ni siquiera puedes llamarte hedonista. «Procrastinación» le dicen.
Siendo sincero, creí que el encierro prolongado no me afectaría. De por sí, llevaba una vista bastante monástica —al menos en cuanto a lo que al enclaustramiento se refiere. Mi rutina consistía en ir al trabajo y volver, para permanecer dentro de casa todo el tiempo que fuera posible. Las pocas salidas que tenía con amigos eran espaciadas y lo suficientemente escasas como para no representar un peso para alguien con mi personalidad, pero tan frecuentes como para mantenerme conectado con otros seres humanos —a quienes quiero con todo mi corazón.
¿Cuántos meses han pasado ya? Creo que he permanecido encerrado desde abril. Con un viaje de un mes a mi ciudad natal —donde también estuve encerrado, solo que con mi familia— y de regreso, además de unas cuantas salidas ocasionadas por el trabajo. Fuera de eso, mi día transcurre en un escritorio y en una cama. Y pegado a las distintas pantallas que me rodean: la del celular, la de la computadora y la de la Nintendo Switch.
Últimamente, he desarrollado una no muy sana relación con los videojuegos. Especialmente, con Fortnite. Cada día, el juego entrega una serie de retos a cumplir, que te otorgan experiencia y te ayudan a subir de nivel, para obtener distintas recompensas, como nuevas opciones de personalización. Este sistema me da una sensación de estar haciendo algo con mi día a día. Y si bien, me divierto jugando, también estoy dejando de lado el resto de las cosas que, se supone, me gusta hacer. Fortnite me entrega una recompensa inmediata por un esfuerzo mínimo.
Durante estos meses, me he cuestionado si de verdad quiero hacer lo que gran parte de mi vida me he dicho que quiero hacer, eso de ser fotógrafo y escribir de manera más… profesional. Conforme pasa el tiempo y más me alejo de esas dos actividades, más difusa es su figura. Dentro de mí, sé que en algún momento les dediqué el tiempo suficiente como para que pareciera que era mi destino vivir de ellas. Ahora, solo son viejas amigas a quienes saludo cuando me acuerdo de que existen, mientras las veo de la mano de alguien más o cuando encuentro algo que compartíamos. «Una vez que hayas probado el vuelo, siempre caminarás con la vista mirando hacia el cielo, porque ya has estado allí y allí siempre querrás volver» es una frase que se le atribuye a Leonardo Da Vinci y que he citado en varias ocasiones. En lo que a mí concierne, esta frase está cargada de la más pura verdad. El problema es que, a veces, no tenemos idea de cómo volver a volar.
Como he repetido varias veces, lo que me falta es disciplina. Y aprender a no sabotearme mentalmente cada que se presenta la oportunidad: «Tus ideas no son buenas», «No llegarás a ningún lado con esto» y similares, son frases que aparecen en mi paisaje mental con más constancia de la que me gustaría. Supongo que a toda persona que intenta crear le sucede, ¿no?
Descubrí NaNoWriMo el año pasado —creí que había sido hace más tiempo. El National Novel Writing Month consiste en una especie de «competencia» global contra ti mismo: durante noviembre, tienes que escribir una novela de 50,000 mil palabras. La plataforma del proyecto te permite ir actualizando tu progreso y compartirlo de manera pública, solo con tus amigos o mantenerlo privado. Te otorgan medallas por avanzar día a día y te ofrecen herramientas para mantener la maquinaria de la creatividad bien engrasada.
Si te gusta escribir, hoy, 1 de noviembre, es un buen momento para unirte a NaNoWriMo. Yo estaré compartiendo mi avance aquí mismo, en el blog, como una especie de bitácora de escritura. Creo que el año pasado no avancé de las 10,000 palabras. Veamos a dónde puedo llegar ahora. Y si tú te unes, ¡también comparte tu progreso! Es más fácil y divertido hacerlo con compañía.
Avanzar poco a poco no está mal. Lo importante es hacerlo. Día a día, dar un paso más hacia cualquiera que sea el objetivo que nos hemos planteado. ¿El tiempo es un problema? Puede que sí, o puede que no. Haruki Murakami escribió su primera novela en las madrugadas, luego de cerrar el bar de jazz que regentaba.
¿Tú qué tal? ¿Alguna vez te has preguntado si de verdad quieres hacer aquello que te has dicho que deseas hacer en tu vida? Quizás el problema no es tan grande como piensas. Quizá solo hace falta darle un nuevo enfoque y, bueno, centrar un poco más tu mente. Nada es demasiado bueno o demasiado malo como para no agradar; hay público para todo y, lo que haces, encontrará un espacio en este mundo, que es tan vasto y diverso.
Eso sí, nada llega sin sacrificio, o, como dice la primera ley de la alquimia, de acuerdo a Hiromu Arakawa: «El hombre no puede obtener nada sin dar algo a cambio. Para crear, algo de igual valor debe perderse.»