Esta semana, más personas de las que me gustaría (y de las más
variadas edades) me preguntaron que qué quiero hacer cuando salga de la
escuela. Una parte de mí no tiene idea, a la otra le gustaría responder,
sin más: «Ser feliz».
Sin embargo, no es una opción a respuesta, porque sé a qué se
refieren cuando preguntan eso: «¿En qué vas/quieres a trabajar?» (y hay
una abismal diferencia entre qué quieres hacer y qué vas a hacer; en el
ideal, todos deberíamos dedicarnos a trabajar en aquello en lo que
queramos. No obstante, la realidad termina siendo otra; tenemos que
comer, tenemos que pagar una renta, tenemos que pagar servicios, etc.).
Si hubiera un abanico de posibilidades, con sus respectivas dificultades
y facilidades, sería tan sencillo responder. Por desgracia, no siempre
es así.
(¡Advertencia! Si no te gusta leer datos, no te gustará este texto. Lee bajo tu propio riesgo).
Hablaba con un amigo, quien me dijo que lo que le gustaría hacer
saliendo sería tomarse unas pequeñas vacaciones. Descansar de lo que
implicó cuatro años de estudiar, de hacer los deberes, de dormir hasta
tarde (la calidad del sueño es dudosa)… Y, por supuesto, suena como una
opción viable y deseable. ¿Por qué no? Kínder, primaria, secundaria,
preparatoria, universidad. Año tras año, una persona va persiguiendo la preparación
que le permitirá ejercer una profesión allá afuera. Al menos seis meses
de alienación y de hacer absolutamente nada podrían atraer a
cualquiera. ¿Un viaje? Estamos en la edad. ¿Por qué apresurarse a unirse
a las responsabilidades del mundo adulto? (Este es un tema en el que me
gustaría explayarme después).
Al margen de lo que se haga al momento inmediato de obtener un título, un día u otro, hay que unirse al mundo adulto (del
cual creo que existe un mal concepto). Al estar allá afuera, muchos de
los nuevos trabajadores potenciales, terminan volviéndose freelancers, pues en este país escasean los empleos establecidos. Y ser FreeLancer no te asegura un buen pago cada quincena, o al final del mes. Según datos de El País,
2 de cada 5 universitarios en México no tienen trabajo o trabajan en la
informalidad. Esta es una realidad a considerar cuando alguien te
pregunta: «¿Qué quieres hacer cuando salgas de la escuela?».
Una situación real, que se ha tratado a través de la crítica pasiva que llamamos memes,
es que si no tienes experiencia, no tienes nada. Si entras a un trabajo
sin experiencia, te ofrecen muy poco como primera paga, algo que
complica el plan de independizarse (imagina que estás en un trabajo en
el que te pagan $5000 al mes [hay que considerar que, en el 2018, el
salario mínimo {por una jornada de trabajo, lo mínimo que se le puede
pagar a una persona} es de $88.36], y quiere rentar un departamento en
la CDMX: sin buscar ningún área en específico, la renta más baja en una
página de renta de departamentos, es de $10 000; en este caso
hipotético, la persona que gana $10 000 al mes, pierde todo su dinero
para rentar). Claro que no espero que a alguien que ingresa a un
trabajo, sin experiencia, se le pague como si fuera el CEO de una
empresa. Sólo me limito a exponer un caso. Todo es parte de un proceso, y
si deseamos ganar más, tenemos que escalar la pirámide. Muchas veces,
nos venden la idea de que el mundo de allá fuera nos recibirá como
ganadores. Si tenemos suerte, el mundo de allá afuera nos recibirá (y no
pretendo ser pesimista).
Y ya que toqué el tema del salario mínimo, mientras escribía esto, me
encontré con un artículo interesante, con datos aún más interesantes:
con $88.36 de pago por jornada laboral (¡Sí! Hay personas en este país
que ganan sólo el salario mínimo; e independientemente de las
oportunidades, es algo que sucede), alguien estará ganando $2065 al mes,
y esto le permitirá a este alguien acceder nada más al 29 % de la Canasta Alimenticia Recomendable (dato de Verne).
En el mismo artículo, se menciona que para que una sola persona pueda
alcanzar la mínima línea de bienestar, necesita $97.4 diarios. En el
2017, para que alguien que ganara el salario mínimo tuviera acceso a la
CAR (Canasta Alimenticia Recomendable) tenía que trabajar 24:13 hrs. al
día. Es gracioso, ¿no? En México, una de las potencias económicas de
América Latina.
En fin. Volviendo al tema. «¿Qué quieres hacer cuando salgas?». En
México, para una persona promedio, la respuesta más optimista sería:
«Tener un trabajo». ¿Por qué? Porque somos un país repleto de
desigualdades.
A pesar de esto, soy un idealista. Soy alguien que piensa que es
preferible trabajar en algo que te hace feliz, a estar atado a un empleo
en el que ganas mucho, pero sólo esperas la hora de salida. Entonces me
pregunto qué sería de todos nosotros si hiciéramos lo que nos hace
felices. Hace poco tuve la oportunidad de estar en un buen lugar, tal
vez no con la mejor paga, pero sí con oportunidades de crecimiento en un
área determinada. No obstante, me di cuenta de que no sería feliz allí.
El mismo día que lo noté, lo dejé.
Un estudio realizado por Kelly Services México, reveló que el 49 % de
los trabajadores mexicanos se sienten felices en sus trabajos, 29 % no y
16 % no lo sabe (¿Cómo no sabes si eres feliz?). Este mismo estudio,
dejó en claro que el 60 % de los millennials (Generación Y) no reportan
una verdadera fidelidad a la empresa en la que trabajan; sólo están allí
por lo que dan. Este estudio revela mucho sobre los trabajadores
mexicanos, y las prioridades que como país tenemos. Un trabajo se acepta
(62 % de las ocasiones) o se descarta (57 % de las ocasiones) por el
salario que éste ofrece. (El Economista).
«¿Qué quiero hacer cuando salga?». A pesar de las dificultades, creo
que la respuesta de toda persona debería ser: «Pensar. Buscar un
trabajo, uno donde sea feliz». Y si no es posible de inmediato, siempre
tener en mente que existe la posibilidad de seguir persiguiendo la
alegría. Podemos rendirnos ante los datos y el panorama tan gris que nos
pintan. No obstante, allí afuera, el mundo laboral lo hacen personas. Y
somos personas las que lo podemos cambiar.
Lo importante, al finalizar una etapa, es tener una meta y no olvidarla.