One Empty Shelf es
un blog que no recuerdo cómo encontré, pero que me enganchó por su
nombre: «Una estantería vacía» —o «un estante vacío»; supongo que la RAE
debe tener alguna opinión sobre esto, una que no buscaré.
One Empty Shelf nació
como un blog en el que la escritora registraba su aventura de un año
sin comprar cosas nuevas —con algunas excepciones—, hazaña que ha
logrado cumplir en dos ocasiones, durate el 2012 y una vez más en el
2015. One Empty Shelf empezó como un blog sobre minimalismo y
con el tiempo se transformó en un espacio para salud mental,
simplicidad, vida ética, el exterior y la naturaleza, enfermedades
crónicas y libros y lectura. Para mí, One Empty Shelf es un espacio de calma al que me gustaría dedicarle más tiempo, como todo lo especial se merece.
Explorando los inicios de One Empty Shelf, me topé con dos párrafos que me gustaron mucho y que me hablaron de una manera poco esperada:
I need new jeans. I need tops and skirts for the summer. I need a
filofax diary for 2013. I need to get presents. I need a stainless steel
jug for our coffee maker. I need some woolly jumpers. I need paints. I
need pyrography stuff. I need Vipr bars. I need fitness tshirts. I
need quink. I need a kindle. I need a coat. I need to get all my work
clothes in the sales. I need a skull clutch handbag. I need dior
mascara. I need clinique waterproof mascara. I need a new party dress. I
need new flat shoes.I don’t need new jeans. I don’t need tops and skirts for the summer. I
don’t need a filofax diary for 2013. I don’t need to get presents. I
don’t need a stainless steel jug for our coffee maker. I don’t need some
woolly jumpers. I don’t need paints. I don’t need pyrography stuff. I
don’t need Vipr bars. I don’t need fitness tshirts. I don’t need quink.
I don’t need a kindle. I don’t need a coat. I don’t need to get all my
work clothes in the sales. I don’t need a skull clutch handbag. I
don’t need dior mascara. I don’t need clinique waterproof mascara. I
don’t need a new party dress. I don’t need new flat shoes.
«Necesito» es una palabra que usamos mucho y sin pensar en qué
significa en realidad. Una necesidad es una «carencia de las cosas que
son menester para la conservación de la vida». Necesitamos agua y
comida, necesitamos oxígeno e higiene. Y aunque soy partidario y
predicador del aceptar y no juzgar, del «relativismo» que nos diría que
cada quien define qué necesita y qué no, aceptémoslo: no necesitas ese
nuevo celular si el tuyo está bien, o no necesitas ese libro o esa nueva
consola. Las amenidades no son necesidades, aunque el entretenimiento y
el ocio sean buenos para la mente.
Soy una persona que solía, o suele comprar cosas que no necesita,
para mantenerse ocupado o por algún deseo de sentir novedad y emoción en
su vida. Esté bien o mal, es algo que me gustaría cambiar, que por
suerte he venido transformando desde que vivo por mi cuenta, pues ya
pienso en otras cosas en las que podría ocupar el dinero.
Estaba escuchando a Aurora y el disco acabó. De inmediato comenzó
“The End of Love” de Florence + The Machine y es, probablemente, la
primera vez que escucho con atención una canción de Florence. Seguiré
con todo el álbum a ver qué me parece.
No me considero capaz de pasar un año sin comprar más que lo
necesario. Para mi mente, las historias son un gran alimento. Todavía
compro DVDs y Blurays, compro varios libros al mes, lo mismo que mangas.
Sin embargo, sí me gustaría reducir mi consumo. ¿Dos libros al mes,
quizá? Y menos mangas y películas.
La cantidad de posesiones es todo un tema. Como mencioné en la
entrada anterior, me gusta ver la vida como un RPG y yo soy el tipo de
personaje que un día querrá moverse de lugar con lo que tiene y cuando
ese momento llegue, me gustaría que «lo que tiene» sean cosas que pueda
llevar en un par de maletas, solo lo que es importante para mí: Mi copia
edición décimo aniversario de The Name of the Wind —gracias, Nat— y mi copia de The Wise Man’s Fear; Scott Pilgrim, unas libretas, cámara(s) y poco más —no puedo traer los DVDs de Shaman King de acá para allá, no sé cada cuándo habrá un reproductor.
Creo que ahora mismo, si, como personaje de videojuego, tuviera un inventario limitado, me vería en serios problemas.
En One Empty Shelf, Sal escribe, luego de una semana con el
reto: «Me estoy volviendo más consciente de lo que uso y cómo lo uso.
Cómo todo tiene que durar doce meses. Qué haré si no dura.» A las tres
semanas: «En serio, no es tan malo como pensé. Por ahora, al menos.»
Estoy escribiendo esto en una libreta, sentado en una cafetería.
Acaba de entrar una pareja y con ellos el aroma a loción para bebé; no,
toallitas húmedas para bebé. Es gracioso.
Últimamente, he pensado en deshacerme de algunas cosas y mandarles
otras a mis padres. Cuando me mudé, me quedé con todas mis películas.
¿Cuántas he visto en estos meses? Ni una sola. Quedármelas no fue más
que un capricho. También decidí quedarme con todos mis mangas. ¿Por qué
rayos? No creo que los vaya a leer de nuevo, ni siquiera como referencia
para saber qué pasó en capítulos anteriores. Incluso siento que tengo
más ropa de la que debería. Y la televisión la usé por última vez como
segunda pantalla para editar fotos, porque no he logrado calibrar la
pantalla de mi laptop para que se aproxime a los colores de la pantalla
del celular.
Florence + The Machine no terminó de atraparme. Iré a la banda sonora de Across The Universe. Gracias a la persona que me mostró esta película, quien resulta ser la misma que me introdujo a Moulin Rouge!, mi musical favorito. Estos días he estado escuchando bastante ambos soundtracks.
Parece que lloverá y yo necesito una pluma nueva; estoy considerando si hacer el viaje a donde las venden —gracias a mi mejor amigo por mostrarme el sitio y este bolígrafo en específico, aunque no te pedí permiso para usarlo.
Al momento de escribir esto, no tengo en mente el planeta. Quiero
decir, a diferencia de muchas personas que reducen su consumismo por
ayudar a la Tierra, yo no creo estarlo haciendo por eso. Es por mí. Por
demostrarme algo, y quizá hasta por seguir las enseñanzas del budismo y
luchar contra el deseo —el cual sería un gran tema para hablar más
adelante.
Sal cuenta en One Empty Shelf: «Entonces, este es mi reto.
Comenzaré hoy, porque si no, se convertirá en una resolución de año
nuevo y todos sabemos qué pasa con esas.» Tiene completa razón.
La semana pasada, en Mal hábito, buen hábito,
me planteé ciertos retos. No los he cumplido tal cual esperaba —sigo
pensando en cómo será el sistema de retos MMORPG; he pensado que podría
implementarlo como un newsletter con misiones personalizadas; mi mejor amigo se quiere unir y si a ti te interesa, házmelo saber.
Para mí, la canción más bonita de Across The Universe es “Let It Be”, por ese inicio a cappella. Me cautiva.
No me plantearé un reto en esta ocasión, pero escribo estas palabras para ver si me ayudan a ser más consciente de mi consumo.
A los adultos les gustan los datos, además de que se ven impactantes, ¿no? Buscando algunos, me encontré con un reportaje de El Mundo
al final del cual hay una lista de señales que pueden encender una luz
de alarma si de consumo se habla. Esta lista fue sacada del Manual de autoayuda para consumidores
de Javier Garcés. Los puntos con los que yo me identifico son: «A
menudo me disgusto por haber gastado el dinero tontamente», «Compro
cosas inútiles que después me arrepiento de haber comprado» y
«Frecuentemente me precipito comprando cosas sin haberlo pensado bien»
—lo que me sucede con mayor frecuencia si voy acompañado.
Agregaría la lista que «Me justifico para comprar cosas que luego me
doy cuenta que no necesito, aunque me haya hecho creer que sí».
El plan es cambiar esto.
Tengo un dicho: «Si lo dudas, no lo quieres». Luego de escribir este
texto, me doy cuenta de que estas palabras podrían ser una justificación
al impulso. Si lo dudas, ¿acaso no estás siendo responsable?
Claro que todo lo que he escrito contradice otras cosas en las que
también creo: «Si te hace feliz, no es en vano», «Cada quien gasta lo
que quiere en sus hobbies». ¿Por qué hemos hecho del consumismo algo
negativo?
Si a una persona lo material le hace feliz y le llena, ¿por qué
tendría que estar mal? Reduzcámonos a la materia prima: el átomo. Da
igual en qué gastemos o lo que gastemos si eso nos hace felices, ¿no?
Hay muchas ideas que considerar.
Una vez mi mejor a migo me dijo, y luego descubrí que la frase se le
atribuye a Jay-Z: «Si no lo puedes pagar dos veces, entonces no te
alcanza». En mi opinión, este es el mejor consejo financiero que hay.
Pero, bueno, en lo que a mí concierne, quiero ahorrar espacio y
sentirme más libre, por lo que me gustaría dejar de consumir —tanto. ¿Tú
has pensado en aquello en lo que gastas y el porqué lo haces? Acá abajo
te dejo la lista de Javier Garcés, por si también quieres hacer tu
medición y averiguar si hay alguna alerta en tus hábitos de consumo.
- A menudo me disgusto por haber gastado el dinero tontamente.
- Cuando me siento triste o deprimido suelo comprar para animarme.
- Hago compras por impulso.
- Cuando veo algo que me gusta, no me lo quito de la cabeza hasta que lo compro.
- Compro cosas inútiles que después me arrepiento de haber comprado.
- Se me va el dinero sin darme cuenta.
- A menudo, cuando recibo el extracto de las tarjetas me sorprende ver las compras que había olvidado.
- Frecuentemente me precipito comprando cosas sin haberlo pensado bien.
- Compro ropa que después no uso.
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Como bonus en esta entrada, dejo una canción que me hace muy feliz.