Resulta que no hay ningún huracán con mi nombre. Con ninguno de los dos
nombres que tengo, en realidad. Hay huracán Dorian, hay huracán Sergio,
huracán Isis, John e Ileana —por mencionar algunos. Son las 12:42 PM del
sábado 5 de octubre.
Sin embargo, no necesitas que un huracán
tenga tu nombre para ser una fuerza destructiva de la naturaleza, a
mayor o menor escala. Son las 12:43 PM del sábado 5 de octubre. Me duele
la cabeza y solo quiero dormir. También quiero vomitar. El peso de las
acciones lo llevo sobre los hombros, porque yo soy mi propio huracán.
«Seguro
debe haber un huracán con tu nombre» me dijo —o algo muy similar. Dejé
un recordatorio con mi mejor amigo, para hoy buscar esa información y
luego hacérsela llegar. No se la haré llegar, pero aquí está la
respuesta: No hay. «Si te acuerdas», fue la respuesta que me dio cuando
le dije que lo averiguaría. Tenía una cantidad considerable de alcohol
en mi organismo cuando le conté que buscaría si había un huracán con mi
nombre. Podría haber sacado mi celular y buscarlo allí mismo, pero no lo
hice. Solo bastaban unos segundos para decir: «Bueno, no. No hay».
Persigo historias. ¿Qué le voy a hacer?
A los huracanes no se les
puede controlar. Solo se puede esperar que disminuyan su intensidad
conforme se acercan a la civilización, para que causen el menor número
de estragos posible.
Soy una persona introvertida. Durante la
preparatoria, no tomaba. Cuando comencé a hacerlo, descubrí que a través
del alcohol era mucho más sencillo acercarme a los demás, hacerlos reír
y reírme con ellos. Hablar de las cosas que aquí escribo, —son las
11:16 PM del lunes 21 de octubre— pero de frente, sin pensar en cómo lo
tomarán. La vida en general debería ser así. He encontrado personas con
quien puedo ser así —son las 8:49 AM del jueves 5 de diciembre— y es
fascinante, aunque también acaba con mi paciencia.
Son las 8:18
AM del jueves 5 de diciembre y de vez en cuando vuelvo a pensar en
huracanes y en todo lo que pueden causar. Los daños materiales se pueden
reparar; la voluntad de las personas afectadas tal vez no. El huracán
ataca por dos flancos: el físico y el emocional. Puede llegar y llevarse
tu casa y con ella tesoros preciados para ti. Hará mella en tu interior
—aquí entra en juego el deseo, por supuesto, pero durante toda esta
entrada, daremos por hecho que no estamos siguiendo al pie de la letra
esas reglas.
En estos dos meses que han pasado desde que intenté
escribir este texto por primera vez, no he sido un huracán. No uno a
gran escala, claro. Por mi naturaleza, tiendo a ser un poco—
exasperante, si queremos usar el eufemismo, y cruel, si no. Cualquiera
que haya convivido conmigo el tiempo suficiente puede ayudarme a
afirmarlo.
“‘Denna is a wild thing,’ I explained. ‘Like a hind
or a summer storm. If a storm blows down your house, or breaks a tree,
you don’t say the storm was mean. It was cruel. It acted according to
its nature and something unfortunately was hurt. The same is true of
Denna.’”
«Denna es una criatura salvaje—expliqué—. Como una
cierva o una tormenta de verano. Si una tormenta derribara tu casa, o
derribara un árbol, no dirías que la tormenta fue mala. Fue cruel. Actuó
conforme a su naturaleza y, desgraciadamente, produjo daños. Con Denna
pasa lo mismo.»
Conozco personas que son huracanes y personas
atrapadas en ellos. La fuerza de la naturaleza actúa sin dar cuartel
—metafórica y literalmente hablando—, y entre los peores tipos de
huracanes, están aquellos que continúan arrasando a pesar de que saben
el daño que causan, uno que también se infligen a sí mismos. Es
difícil, como una daga que se apuñala a sí misma, consigo misma, a la
vez que atraviesa a alguien más.
Claro que, como nos demuestra El
Principito, a las criaturas salvajes se les puede domesticar. Pero
incluso hay quienes continuarán siendo un peligro, que volverán a
destruir después de un tiempo. «Cría cuervos» es un refrán popular que,
si bien lo entiendo, habla sobre la ingratitud. Bueno, trasladémoslo a:
Si en la naturaleza del cuervo está comenzar consumiendo los ojos de un
cadáver, ¿qué puedes esperar? ¿Transformar lo que es en esencia? No. No
esperes tomar Lo Que Lo Conforma y arrancárselo.
Aunque, si son
huracanes y actúan conforme a su naturaleza, ¿podemos culparles de ser
como son? ¿Culparnos? Algunos podrían afirmar que sí, por el simple
hecho de que los humanos no somos un huracán: somos seres capaces —en
muchos de los casos— de comprender lo que estamos haciendo; somos seres
empáticos, somos— somos la combinación de muchos elementos que no
justifican el daño que podemos dejar a nuestro paso. Beber en exceso y
hacer una estupidez no es un error excusable, sino una muestra de poco
autocontrol; ser volátil y exigente, poco justo y estar consumiendo a
los demás en el proceso, tampoco es justificable. Y no deberíamos
esperar a que los demás se alejen o nos acepten o nos controlen. ¿Tan
poco valor tenemos como para cambiar o como para dejar de destruir o
alejarnos? Somos —son las 11:34 PM del sábado 7 de diciembre—
responsables de nuestra propia tormenta.
Pero también somos
humanos. Y necesitamos del otro. Y podemos darnos cuenta y no saber cómo
modificar una actitud dañina. Imagina ser una fuerza destructiva
incontrolable, asustada, sola, en medio del mar y la noche sin luna y
sin estrellas y todo a tu alrededor es un caos que se desmorona. Tal vez
quieres dejar de oscurecer el mundo, de arrasar con la belleza y la
energía, pero es imposibles que te detengas. No tienes el cómo cambiarlo
y de todos modos, no sabrías hacerlo. Una criatura asustada no actúa
racionalmente.
¿Sabías que, al principio, los huracanes solo eran
denominados con nombres de mujeres? De 1953 a 1977, esta regla se
mantuvo, hasta que en 1978 se comenzaron a usar nombres de hombre y, en
1979, se decidió que se alternarían. La lista es cíclica y se repite
cada 6 años, incluyendo un nombre por cada letra del alfabeto —excepto
las letras Q, U, X, Y y Z—, pero nombres de huracanes que han causado
grandes destrozos, como Katrina, se eliminan permanentemente o durante
un periodo de 10 años. El primer huracán con nombre propio fue Santa
Ana, que golpeó Puerto Rico en 1825.
Soy un huracán. Conozco
huracanes. Y conozco víctimas. Son las 9:49 AM del jueves 5 de
diciembre. Y a veces los huracanes disminuyen; otras, evolucionan a algo
peor. Por suerte, siempre habrá locos. Cazadores de rayos en barcos
voladores; cazadores de tormentas con su equipo listo para lo que se
venga. Gracias por estar allí.